!AH¡ Y HA VENIDO ACOMPAÑADO DEL "BURRU"
Hace muchos años,
en los profundos bosques de Cantabria, vivía un Hada Buena y muy hermosa. Su
pelo era amarillo como el sol y sus ojos muy brillantes. Como todas las hadas
buenas de Cantabria, esta era muy bondadosa con la gente y siempre estaba
acompañada por unos pequeños Enanucos, que la ayudaban en su trabajo.
Un día, mientras
cruzaba a través del bosque, se paró a mirarse y a peinar sus cabellos en el
río. De repente, empezó a oír muy agitados a los Enanucos que habían encontrado
algo que se movía entre unos troncos. El Hada se acercó y todos los Enanucos
mirándola.
“Es un bebé, en
un bebé”, dijeron todos. “No podemos dejarlo aquí, se moriría de frío”, dijo el
Hada, “tenemos que buscarle un hogar con los humanos”.
“Desde ahora –
dijo el Hada al bebé – te llamaremos Esteru, porque es maravilloso haberte
encontrado. Y por ello, te daré los regalos de ‘valentía’ y ‘bondad’, durante
toda tu vida”. Entonces el Hada cogió al bebé y lo llevó a una casita en el
límite del bosque donde vivían un hombre y una mujer que no tenían niños.
“Ellos le cuidarán muy bien y estarán felices de tener este niño”, dijo el
Hada, y dejó al niño en la puerta para ellos.
El hombre salió
de la casa y se sorprendió mucho al ver al bebé, y llamó a su esposa: “¡¡Cuca,
Cuca, ven aquí rápidamente!!. ¡¡Ven a ver lo que han dejado!!”. Tal como el
Hada había dicho, el hombre y la mujer fueron muy felices al encontrar a este
niño e inmediatamente le cubrieron con una cálida manta y lo tomaron como su
hijo.
Y así fue como
Esteru llegó a crecer en aquellas maravillosas montañas, hasta que se convirtió
en un fuerte y amable hombre. Sus padres fueron muy felices y Esteru se sentía
muy querido.
Esteru trabajaba
todos los días de la mañana a la noche, cortando madera y ayudando a su anciano
padre a vender los coloños de madera por los pueblos. Después de muchos años
sus padres murieron y se quedó muy solo en la casa del bosque.
Fueron pasando
los años y se fue haciendo mayor, su cara comenzó a arrugarse y su pelo a
ponerse blanco y con una gran capa gris. Con el tiempo, se volvió triste y se
dio cuenta de que lo que necesitaba era ayudar a otras personas que lo
necesitaban. Así recordó que en el pueblo había una casa en la cual vivían
muchos niños que no tenían padres. Ellos vivían de cualquier cosa que la gente
del pueblo les llevara, y él se dio cuenta de que esos niños estaban muy solos,
justo como él, y que podría hacer cosas para ellos de modo que fueran felices.
Esteru era muy
inteligente y muy bueno haciendo cosas con sus manos, de manera que hizo
algunos juguetes de madera para aquellos niños: pequeños juguetes y muñecas,
que él podría llevar a los niños cuando fuera al pueblo a vender su madera.
Cuando terminó las muñecas, los puso en una gran bolsa. Puso la bolsa sobre su
burro y marchó hacia el pueblo. Estaba muy feliz por dentro aquel día, y sus
ojos brillaban con alegría.
Le tomó toda la
mañana caminar a través de las montañas hasta llegar al pueblo, pero estaba muy
feliz. Sonreía como si estuviera en un sueño, porque estaba yendo a llevar a
los niños los juguetes que él había hecho. Los niños pequeños del pueblo
estuvieron muy felices también cuando recibieron sus regalos, y Esteru se pasó
la tarde jugando con ellos y contándoles las historias que había aprendido de
su padre cuando él era pequeño. Los niños y niñas amaron mucho a Esteru y
después de aquel día ellos no se sintieron tan solos como antes.
Esteru se volvió
muy conocido en los pueblos. Cada vez que él se acercaba, rápidamente era
rodeado por los niños, y así fue recorriendo todos los pueblos de Cantabria y
regalando los juguetes que él mismo hacía.
Esto sucedió
durante muchos y felices años, pero una vez hubo una terrible tormenta que
asoló los pueblos y montañas de Cantabria, la cual destruyó muchas casas y
bosques. Los fríos y fuertes vientos y el sonido de los truenos dejaron a la
gente muy asustada y trastornada, especialmente a los niños.
Ese día, cuando
Esteru estaba yendo al pueblo, vio un rayo alcanzando la casa de los niños
huérfanos y que rápidamente empezó a arder en llamas. Corrió muy rápido hacia
la casa y vio algunos niños en una de las ventanas, muy asustados, gritando y
pidiendo ayuda. Sin dudarlo ni un momento, llegó hasta la casa que estaba en
llamas, cubrió a los niños con una manta para protegerlos del fuego, y los sacó
de la casa a través de una ventana en el primer piso.
Pero mientras él
estaba tratando de salir, una viga de madera vieja y grande del techo cayó
sobre él. Esteru cayó con gran dolor y su fuerte y hermoso corazón se detuvo.
Las personas en el pueblo lloraron cuando vieron la casa en llamas y supieron
lo que había ocurrido, y se dieron cuenta de que no había nada que ellos
pudieran hacer. Pero… en ese mismo momento fueron sorprendidos por una luz
brillante que salí de la casa en llamas. Nadie podía ver lo que estaba
ocurriendo allí adentro.
Pero dentro de la
casa, el Hada que había encontrado a Esteru en las montañas, cuando él era un
bebé, apareció junto a él y comenzó a llamarlo por su nombre con su dulce voz:
“¡Esteru! ¡Esteru!”. Y le dijo: “Esteru, tú has sido un hombre bueno, lleno de
fe y de buen corazón. Has dedicado tu vida a hacer cosas para los demás, y has
dado hasta tu propia vida para salvar a otras personas. Por eso, no quiero que
te mueras. Yo quiero que vivas para siempre. De ahora en adelante, tú harás
juguetes y otros regalos para todos los niños de este pueblo y de todos los
rincones de Cantabria”.
“¡¡Y nosotros te
ayudaremos!!”, dijeron todos los Enanucos, alrededor de Esteru.
Y así es como
vino a pasar que, en las navidades, al final de cada año, Esteru va a todos los
pueblos de Cantabria repartiendo juguetes y regalos a los niños para que sean
felices. Los niños de todos los pueblos celebran la llegada de Esteru cantando
canciones y esparciendo su mensaje de ‘valentía’ y ‘bondad’.
Esta
historia ha sido recogida en Ruiseñada (Comillas) en el año 1985.
Los
comunicantes eran una mujer y un hombre que se llamaban Uca y Juanito
Algunas personas
no creen que ESTERU realmente exista. Pero entre los cántabros hay un viejo
dicho: todas las cosas que tienen un nombre existen, si nosotros creemos que
existen.
Preciosa historia! No la conocíamos, gracias por compartirla!
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